Cada paso del camino, por la puerta angosta

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XXI Domingo Ordinario, Año C: 25 Agosto 2013
Is 66, 28-12; Sal 116; Heb 12, 5-7.11-13; Lc 13, 22-30

Tengo buenas noticias y malas noticias. O, más bien, el Señor Jesús nos da buenas noticias y malas noticias, en la lectura del Evangelio de hoy. Empecemos con las buenas noticias.

La buena noticia es que el cielo es real; ¡y será fantástico! Aquí nuestro Señor lo describe como un gran banquete, con buenísima comida y buenísima compañía. Todos los héroes de la fe estarán allí: Abraham, Isaac, Jacob, los profetas, y todos sus santos favoritos, todos allí. Y personas de todas partes del mundo y todas partes de la historia estarán allí: a nadie se le mantendrán fuera sólo por haber nacido en un determinado lugar o tiempo o nación. Toda la violencia y el desacuerdo habrán terminado; todo el sufrimiento y la muerte también. Y es una visión que también se describe en términos de luz radiante y color, de oro y piedras preciosas. ¡El cielo es real; es fantástico; y todos están invitados!

La mala noticia es que no todo el mundo tendrá éxito en entrar. Para entrar, hay que hacerlo por la puerta angosta. No es la puerta ancha con el camino amplio, de la cual Jesús habla en el Evangelio según San Mateo (7, 13-14), que muchos entran: ese camino conduce a la perdición, al castigo del infierno. No, esto es la puerta angosta, y muchos tratarán de entrar y no podrán. Y llegará el momento en que la puerta se cerrará; y usted no quiere estar cerrado fuera de ella, incapaz de entrar.

Entonces, ¿cómo puede entrar por la puerta angosta? ¿Qué tiene que hacer? Los oyentes originales de Jesús, en la Tierra Santa, podrían haber preguntado: ¿Es suficiente ser parte del Pueblo de Dios? Bueno, no, claro que no, ya que habla de personas de todas partes del mundo teniendo éxito en entrar en el banquete celestial, mientras que algunos de ellos están encerrados afuera. Bien: ¿es suficiente escuchar las palabras de Jesús? “No, no lo conozco.” ¿Es suficiente compartir una comida con Jesús? “No, no lo conozco.” ¿Es suficiente ser católico? ¿Ser bautizado? ¿Asistir a Misa todas las semanas?

Tal vez estamos haciendo la pregunta equivocada. ¿Quién ha tenido éxito en entrar por la puerta angosta? Nuestro Señor Jesús lo ha hecho. Como recordamos cada Semana Santa, y todos los domingos, y de hecho en cada Misa, él ha pasado a través del sufrimiento y la muerte para llegar a la vida transformada de la resurrección. Él ha entrado por la puerta angosta; y quiere guiarnos a través de ella también. Si nos quedamos con él cada paso del camino, entonces tendremos éxito en entrar por la puerta angosta; si nos quedamos a su lado, entonces nunca vamos a estar en el lado equivocado de la puerta cuando se cierra.

No es suficiente meramente estar cerca de nuestro Señor Jesús; no es suficiente decirle sí unas veces pero entonces no y alejarnos de él.

  • No es suficiente haber sido bautizado pero no ser formado en la fe.
  • No es suficiente ser formado en la fe pero nunca asistir a la Misa.
  • No es suficiente asistir a la Misa pero continuar viviendo en el pecado, sea ese pecado un trabajo injusto o un matrimonio inválido u otro pecado sexual.
  • No es suficiente evitar los pecados particulares, pero nunca vivir el amor por los demás.
  • No es suficiente hacer bien a los demás, pero nunca unirse con Dios en la oración.

Nuestro Señor Jesús desea que respondamos a él, que nos quedemos con él cada paso del camino.

  • Cuando se revela a nosotros, él quiere que creamos y confiemos en él.
  • Cuando nos invita a acercarnos a él, él quiere que lo hagamos, en la oración y los sacramentos.
  • Cuando indica el pecado en nuestras vidas, él quiere que lo dejemos atrás.
  • Cuando él nos muestra la forma en que quiere que sirvamos a él y otros, él quiere que sigamos su dirección.

Si decimos que sí a todas las invitaciones que recibimos de él, entonces entramos por la puerta angosta. Pero si decimos que no—no importa cuántas veces hayamos dicho que sí en el pasado—entonces nos alejamos de la puerta.

¡Y qué fácil es decir no! Por eso dice: “Esfuércense a entrar por la puerta estrecha.” Esfuércese, agonizomai en el griego original, de la cual recibimos “agonía” y “agonizar”: esfuércese, sude, competa, luche, para entrar por la puerta angosta. Y escuchamos un lenguaje similar en la segunda lectura, tomada de la carta a los Hebreos. Allí oímos en la semana pasada la analogía con correr una carrera, y fuimos urgidos a librarnos de toda carga y el pecado que se ata y correr con perseverancia la carrera (Heb 12, 1); y la analogía continúa esta semana, ya que oímos gritado desde la barrera: ¡mueva esos brazos! ¡Levante las rodillas! ¡Corra! ¡Empuje! ¡Hágalo!

Con todo esto en mente y el cielo brillando por delante, ¿cuál es nuestro objetivo? Quedarnos con Jesús cada paso del camino; tener éxito en entrar por esa puerta angosta; tener éxito en hacernos santos; que es realmente la misma cosa. Es una gran aventura en esta vida; y ¡qué bendición maravillosa en la vida futura!

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