Recibir el Reino de Dios como un niño

Eschucha mp3
XXVIII Domingo Ordinario, Año B: 14 Octubre 2012
Sab 7, 7-11; Sal 89; Heb 4, 12-13; Mc 10, 17-30

“¡Qué difícil es entrar en el reino de Dios!” nuestro Señor Jesús declara en la lectura del Evangelio de hoy. “¡Qué difícil!” No pensabas que sería fácil, y que todo el mundo entraría automáticamente en el cielo, ¿verdad? Porque esto no es el mensaje de Jesús. Como dice en otro pasaje:

“Ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mt 7, 13-14)

Pero todavía, en la lectura de la semana pasada, que ocurre inmediatamente antes del principio del pasaje de hoy, nuestro Señor dio la bienvenida a los niños y dijo: “No se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.” Estos forman una pareja interesante: los niños y el joven rico en el pasaje de hoy. ¿Qué es la lección para nosotros? ¿Qué significa recibir el reino de Dios como un niño?

Hay una historia de cuando yo tenía 3 años que puede ayudar en ilustrar esto. En esa época mi familia vivía cerca de Los Ángeles, y mi padre era un profesor de la música que dirigía una banda de marcha en su escuela. Por eso, fuimos a Disneyland con cierta regularidad, para que su banda se presentara allí. Y en una visita, cuando nos encontramos con el Capitán Garfio—eso me han dicho, porque yo no recuerdo—me acerqué al Capitán Garfio y le dije: “¡Estoy listo para registrarme y unirme a su banda de piratas!” ¡Así sorprendí mucho a mis padres, porque no tenían ni idea de que su hijo de tres años estaba pensando en salir de casa para convertirme en un pirata! Y el pobre hombre dentro del traje del Capitán Garfio tuvo que pensar rápidamente en qué pudiera decir para enviarme sin herir mis sentimientos.

Pero así pueden ser los niños, ¿no? ¡Listos para dejar todo atrás y seguir simplemente, en una gran aventura! “El Reino de Dios es de los que son como ellos.” ¿Y cómo compara a ellos el joven rico en el pasaje de hoy?

Claro que su vida ha llegado a ser mucho más complicada, comparada a su vida como niño. Ahora él tiene muchos bienes, y es, sin duda, enredado en muchas preocupaciones y compromisos de la vida adulta. Pero no ha estado satisfecho. Ha estado buscando toda su vida. Ha cumplido todos los mandamientos que presenta Jesús, que pertenecen al amor al prójimo, desde muy joven. Pero él siempre ha deseado más. Y ahora corre hacia Jesús, se arrodilla en el suelo ante él, y le pregunta: “¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”

Y Jesús lo mira con amor. ¿Cómo podría hacer otra cosa, cuando el corazón de este hombre está tan dedicado a amar a su prójimo y a buscar a Dios? Y Jesús está listo para darle lo que ha buscado toda su vida. Sólo necesita vaciar sus manos de todo lo que agarra con tanta fuerza, para que, por fin, pueda recibir de Jesús lo que ha buscado. Y por eso Jesús dice: “Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme.”

Y el hombre no puede hacerlo. Ha llegado hasta su destinación, y ahoga. Cuando él era niño, seguramente lo podría haber hecho, pero ahora no puede lograr en abrir sus manos y dejar sus muchos bienes, para finalmente recibir lo que ha buscado durante tanto tiempo. Porque esas posesiones significan demasiado para él: significan la comodidad, el placer, posición, influencia, sentido, identidad. No puede dejarlos.

“¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!”

Los discípulos se sorprenden al oír esto. ¿No son las riquezas un signo del favor y la bendición de Dios? ¿No tienen los ricos el poder para realizar muchas obras que Dios manda, inclusive dar limosna a los pobres, ofrecer muchos sacrificios, y tener tiempo libre para adorar y estudiar la palabra de Dios? ¿No son libres de la presión que los pobres pueden sufrir a cometer delitas para sobrevivir? ¿No tienen los ricos la posibilidad mejor de entrar en el Reino de Dios?

Pero Jesús insiste que es así. “Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.” Y los discípulos, en su asombro, responden: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Y Jesús está de acuerdo: Es imposible. “Es imposible para los hombres—”

“—mas no para Dios. Para Dios todo es posible.” Es Dios que puede hacernos santos; es Dios que puede hacernos dignos del cielo. Es Dios que puede hacernos de nuevo como los niños. Y es la fe—la fe total y valiente de un niño—que puede abrir nuestras manos para que podamos recibir el don que Dios quiere dar a nosotros, que nunca podríamos generar por nuestro propio poder.

El jueves pasado se inició el Año de la Fe, designado por nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto, que se prolongará hasta el domingo de Cristo Rey en noviembre del año que viene. Este año será una oportunidad para todos nosotros, para considerar de nuevo los muchos aspectos de la fe y el lugar que debería tener en formar nuestros corazones y vidas.

Entonces, ¿qué nos pide la fe? ¿Qué nos requiere nuestro Señor? ¿Una gran cantidad? Si dieras una gran donación, ¿sería suficiente? ¿Podrías conservar el resto de tu vida? No: él pide simplemente todo. Cuánto ese todo es, no importa, siempre y cuando es todo. Dentro de unas semanas oiremos de nuevo de la viuda pobre en el Evangelio que dio sólo dos monedas, que eran todo lo que tenía; y Jesús declaró que había echado más que todos los contribuyentes al tesoro. (Mc 12, 43)

Y no es que el Señor quiere sólo tu dinero, o tus habilidades comerciales, o lo que tus hijos están esperando de ti en estos días. No, él también conoce y ama las habilidades y gozos escondidos que él ha puesto en ti, y los dones espirituales especiales que ha dado a cada uno de los bautizados, inclusive a ti. Quiere hacer uso de esos también. Lo que él pide es el todo de la fe; el todo de ti. Y ese todo es lo que él mismo ha dado. Porque lo vemos con las manos abiertas y los brazos abiertos en la cruz, dando todo al Padre en completo abandono. Nos pide que nos unamos con él en este don total de sí mismo, y en cambio nos promete el ciento por uno en esta vida, y en el otro mundo, la vida eterna.

La Santa Teresita del Niño Jesús ha dicho: “No puede ser un medio santo, tiene que ser todo santo o nada santo.” “El Reino de Dios es de los que son como ellos.” Y esto es lo que siempre has buscado, ¿no? “¡Estoy listo para registrarme y unirme a su banda de discípulos! “Es imposible para los hombres, mas no para Dios.
Para Dios todo es posible.”

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